DEL SANTUARIO

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     Sobre la aparición y comienzo del culto a la Virgen de la Sierra en este lugar hay una legendaria leyenda popular, que oralmen­te se viene transmitiendo de generación en generación, donde la Virgen de la Sierra para su aparición adoptó la forma de paloma posándose sobre una encina próxima a donde se encontraba un pastor con su rebaño; el pastor le tira una piedra y, al impacto, la paloma levanta vuelo transformándose en la imagen de la Virgen María, que toma la piedra con la mano derecha convirtién­dola en una pera; pera que simboliza pureza, llena de gracia y de perfección. La Virgen le manifiesta el deseo de tener en este lugar una ermita. El pastor va al núcleo de población más cercano, a Fuente el Fresno, y el cura al oírle se burla del relato y no le hace caso. Algún tiempo después, se repite la aparición en el mismo sitio y con el mismo mensaje, entonces el pastor acude a Villarrubia, encontrando aquí la aceptación del párroco y del regidor de la villa, por lo que a instancias del pastor se construyó la ermita, situando el trono de la Virgen sobre el tronco de la encina en el camarín que hoy tiene.

    Sean ciertas o no estas leyendas, creo que hay que situar su existencia antes de la reconquis­ta, e incluso antes de la invasión de España por los árabes. Porque a pesar de la poca claridad que hay sobre sus orígenes, trabajaremos sobre la hipótesis de que la primera Imagen de la Virgen de la Sierra fue una de las varias que hizo donación, el Papa Gregorio I, al Arzobis­po de Sevilla San Leandro, y que concurrieron a su erección en esta Sierra los hermanos de este Arzobispo San Isidoro y San Fulgencio, ambos doctores de la Iglesia, según nos indica Hervás y Buendía.

    Lo que se puede asegurar, con bastantes probabilidades de acierto, es que su estancia en estas tierras, es anterior a la dona­ción, que hizo Alfonso VIII El Bueno, del Castillo de Consuegra y sus términos a la Orden de San Juan, que incluía el término actual de Villarrubia, y que luego este lugar se lo disputaría la Orden de Calatrava, dado que los bienes de la Orden de Monte Gaudio o de Monfranc le fueron donados, y confirmado su posesión, por el rey Fernando III El Santo en 1221. Poco después, entre ambas Órdenes Militares, establecieron sus límites mediante avenencia de 1232, dado que estos límites no eran muy precisos.

    La entrada de los árabes en España, en el año 711, causó un gran desconcierto entre los cristianos que se apresuraron a esconder las imágenes de la Virgen en infinidad de sitios. Esto es lo que nos dice Diego de Jesús María, en el año 1650, cuando escribe la historia de la Imagen de la Virgen del Prado, y que luego la Sabiduría de Dios se encargó de enviar señales para su descubri­mien­to, después de la reconquista. Nos da detalles de algunas imágenes ocultas y de sus apariciones siglos después.

    De acuerdo con lo que manifiesta este carmelita descalzo, sobre la oculta­ción de imágenes por la invasión árabe, y dado que la Imagen de Nuestra Señora de la Sierra, hipotéticamente ya estaba situada en este paraje, cuando se produjo tal invasión, me atrevo a conjeturar que también debió ser escondida como dice la seu­dohistoria de todas las imágenes relatadas por este carmelita. A este respecto, el que fuera Capellán de la Virgen de la Sierra, durante los años 1908-1931, D. Manuel Villegas Naranjo, nos dice que durante la invasión agarena la imagen estuvo escondida en un cuarto del Santuario, para luego ser descubierta en tiempos de paz.

    No hay que olvidar que estos acontecimientos milagrosos, están apoyados en la rica creencia del pueblo llano y sencillo, que surgieron en aquel período de «aparicio­nes», entre los siglos XI al XV en los territorios conquista­dos al poder sarrace­no.